manos grandes y fuertes del Obispo Brooks al estrechar las mías, llenas de júbilo yternura. Si vosotros fueseis sordos y ciegos y hubierais podido tomar la mano deJefferson, abríais contemplado un rostro en ella y oído una voz afectuosa y distinta decuantas pudisteis haber escuchado antes.La mano de Mark Twain revela un temperamento jocoso, lleno de caprichos, pero alretenerla entre las vuestras os transmiten toda su simpatía y caballerosidad. Me handicho que los términos que acabo de emplear no "describen las manos de mis amigos,sino que más bien les confieren benévolas y nobles cualidades humanas", que yo sé que poseen, y que mi lenguaje transforma en expresiones abstractas y confusas. Estereproche implica, pues, que no me hallo dotada del poder maravilloso de expresar confidelidad lo que siento; pero, ¿en que otra forma pueden las descripciones de los librosconocidos, compuestas por hombres que gozan del sentido de la vista, conferir lafisonomía de un rostro? A veces leo que una cara es enérgica, o afable, o bien perciboque revela un alto grado de paciencia o de talento; en otras ocasiones encuentro que unsemblante es refinado, dulce, noble, hermoso. ¿No tengo, acaso, el derecho de recurrir aestas mismas palabras para expresar lo que experimento, así como vosotros os lo tomáis para describir lo que contemplan vuestros ojos? Esas palabras traducen con exactitud lassensaciones que mi mano recibe constantemente.En muy contados casos siento las cualidades físicas y entonces no recuerdo bien si losdedos de una mano son largos o cortos, o si la epidermis es húmeda o seca. No másfielmente que yo podréis vosotros evocar los rasgos de un rostro, aunque lo hayáis vistoen múltiples ocasiones. Si especificáis, por ejemplo, que los ojos son azules, la barbilla pronunciada, la nariz corta o la mejilla hundida, no lograréis revelar el aspecto integrode una persona hasta que lleguéis a interpretar asimismo, instantánea y profundamente,las cualidades morales y esenciales de su rostro, es decir, su jovialidad, gravedad,tristeza y espiritualidad. Si yo os narrara cómo siente una mano, haciendo uso exclusivode los términos físicos vuestro conocimiento a través de mi relato sería tan superficialcomo el de un ciego a quien se describe un rostro sin omitir el menor detalle. Recordadque cuando un ciego recobra la vista no reconoce al tacto el objeto más común, ni elrostro del ser más querido con quien su mano estuvo familiarizada. En nada le ayuda elque las personas y las cosas le hayan sido descritas repetidas veces. De modo, pues, quevosotros, sin un completo adiestramiento del tacto, nunca alcanzaréis a reconocer unamano al tomarla entre las vuestras;y cualquier descripciones que yo pueda haceros de la mano amiga que ha estado tantasveces en la mía y que vuelve ahora, afectuosamente evocada, a mi memoria, tampocollegará a familiarizaros con ella.Me sería imposible describir las manos de acuerdo con una clase o tipo común, ya queson siempre personales. Algunas me revelan que todo lo hacen con el máximo dealboroto y ruido. Otras, son inquietas de inadvertidas y sus dedos nerviosos indican unanaturaleza demasiado sensible a los pequeños sin sabores de la vida diaria. Algunasveces reconozco instantáneamente a la mano buena, pero tonta, que hace uso de muchas palabras para relatar una novedad está lejos de serlo. He conocido la mano jocosa de unobispo, la grave y austeridad de un humorista; la de un hombre presumiendo de valientey cuya mano era tímida, y la de otro, de temperamento tranquilo tratando siempredisculparse, que resultaba un verdadero puño de hierro. Cierta vez, cuando era niña, fuia ver a una mujer ciega y paralítica (aclaración de pie de página: El excelente corrector de pruebas ha puesto un interrogante a mi uso de la palabra "ver". Si yo hubiese dicho"visitar", tal signo no existiría aquí. Sin embargo, ¿que significa "visitar" sino "ver"(visitare)? Más adelante trataré de seguir defendiéndome al usar en todo lo posiblecuanto del idioma inglés he logrado aprender).
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